Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1888-1889 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 15 de enero de 1889
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Romero Gilsanz
Número y páginas del Diario de Sesiones: 27, 620
Tema: Circular de guerra prohibiendo a los militares emitir su pensamiento por medio de la prensa

Yo siento tener que decir cosas desagradables al Sr. Romero Gilsanz, como ya en otra ocasión se las dije; pero yo no tengo la culpa de que el Sr. Romero Gilsanz me dé, no sólo pretexto, sino motivo para ello. ¿Le parece a S.S. bien lo que ha dicho esta tarde en el santuario de las leyes? (El Sr. Romero Gilsanz: Sí señor). Pues si le parece a S.S. bien eso, ¿qué tiene de particular que yo declare que el que considera que eso puede decirse aquí no tiene bueno el sentido común? (El Sr. Azcárate: Eso no lo puede decir S.S., porque es una descortesía). Será lo que quiera S.S.; pero mejor es una descortesía que una rebeldía en el Parlamento. ¿De qué manera se contesta a una rebeldía semejante? ¿Qué quiere S.S. que haga? (El Sr. Azcárate: Que conteste así al Sr. Cassola). Pues yo le contestaría al Sr. Cassola lo que contesto al señor Romero Gilsanz si dijera lo que este Sr. Diputado. (El Sr. Azcárate: ¿Por qué no le contestó ayer?). Porque no lo dijo.

No se puede hacer eso aquí de ninguna manera, y yo no sé de qué palabras del Sr. Cassola toma pretexto el Sr. Romero Gilsanz para decir lo que han oído los Sres. Diputados, y que no puede decirse en este sitio ni en ninguno, sin faltar a las leyes; pero si hay algo en las palabras del Sr. Cassola que haya dado pretexto a S.S. para decir lo que ha dicho, yo condeno con toda la energía de que soy capaz las palabras del Sr. Cassola. Eso no lo puede decir ningún general español, ni ningún general de ningún país digno de este nombre. ¿A dónde vamos a parar? El ejército no puede ser jamás otra cosa que el defensor de las resoluciones de la soberanía de la Nación, que cuando está constituida como la española, reside en las Cortes con el Rey, sin que el ejército tenga otra misión que la de presenciar pasivamente los debates y las discusiones de los Cuerpos Colegisladores, y los acuerdos que las Cámaras con el Rey adopten, para defenderlos después.

Ésa es, ni más ni menos, la misión del ejército, y si alguno ha dicho otra cosa, yo lo condeno, invitándole a que defienda aquí una tesis semejante. Se me dice que como tesis a discutir, parece ser que el señor general Cassola hizo ayer una pregunta reducida a decir que si los altos Poderes del Estado chocaban y sobrevenía un conflicto entre aquéllos, qué haría el ejército, pretendiendo que el ejército estaba para resolverlo. No creo que dijera eso el señor general Cassola; y si lo dijo, no dijo bien, ni eso puede decirlo ninguno que conozca siquiera en sus principios más elementales la política del país en que vive; porque el ejército no tiene nada que ver en esos conflictos, ni, por otra parte, esos conflictos pueden existir, porque prevenidos están en el sistema de gobierno que nos rige.

Ahí está la Constitución, que determina la manera de resolver esos conflictos, y si esos conflictos sobrevienen, para resolverlos está el Congreso, está el Senado, están los Cuerpos Colegisladores, y en último resultado, está el Poder supremo del Estado, que es el Poder moderador y el juez supremo para resolver esos conflictos, sin que el ejército tenga que hacer otra cosa que permanecer pasivo mientras los conflictos se resuelven por el Poder moderador, y cuando el Poder moderador resuelve, apoyar al Poder moderador; ésa es, ni más ni menos, la misión del ejército. El Poder moderador, en caso de conflicto, apela legalmente, cuantas veces lo tenga por conveniente, que en esto no hay limitación alguna, a los comicios, y los comicios le darán resuelta la cuestión. ¿Qué conflicto puede, pues, sobrevenir, que no esté perfectamente determinado, que no esté perfectamente resuelto?

Pues esto es lo que debe tener entendido el señor Romero Gilsanz, para no volver a repetir lo que ha dicho esta tarde; que no está bien que S.S. ni nadie lo diga en ninguna parte, y mucho menos aquí, en el santuario de las leyes: esto no lo puede decir jamás un legislador; S.S. no puede tener por norma más que la legalidad, en virtud de la cual ocupa dignamente ese puesto.

Respétela, pues, S.S., y convénzase de que la legalidad está en que el ejército no piense ni quiera más que lo que quieren y piensan los Poderes públicos (El Sr. Romero Gilsanz pide la palabra); ni el ejército piensa ni quiere más que lo que quiere y piensa la ley. De otra manera no se puede venir aquí; con otras ideas y para combatir estos principios de gobierno, que son elementales aquí y en todas partes, no se viene a este sitio, ni se apela a la legalidad para venir a combatirla de esa manera y con las armas que la misma legalidad le da.

Yo espero que S.S. entre en razón, y que conservando en el fondo de su conciencia los ideales en cuya dirección se encamina, guarde aquellas consideraciones que son de guardar y que deben guardarse en todas partes, pero sobre todo en este sitio.

Y no tengo más que decir. [620]



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